La segunda parte de esta reflexión tiene que ver con la identidad docente, siguiendo las preguntas guía:
- De la docencia me motiva aprender en primer lugar. ¡Qué mejor profesión que ésta para estar en continuo aprendizaje, crecimiento y transformación! Es algo natural que los docentes deseemos aprender porque cada grupo de alumnos tiene unas necesidades y potencialidades distintos (o , en mi caso actualmente, cada claustro) a los que tenemos que responder.
- Me entusiasma (y también es una gran responsabilidad) la capacidad que tenemos para influir, acompañar y hacer crecer a otros, a la vez que lo hacemos nosotros mismos.
- Me comprometo con lo que hago, no soy indiferente. Es algo que hago bien. No tiro la toalla, persisto. Me intereso por el alumnado, por los centros en este momento, busco maneras de llegar, de apoyar...
- No soy muy de estrategias pero si la pasión lo es, es la única que tengo. Eso acompañado de la implicación y de mucho trabajo. Creo que ser modelo de lo que vendo es mi única fortaleza (tampoco podría presentarme en un aula o en un claustro sin esa honestidad)
- Me interesa mejorar la flexibilidad. Me resulta difícil aceptar ciertos "estilos docentes". Soy consciente que "pierdo" esas personas en las formaciones, no consigo acercarlas a otras posiciones (en el fondo pienso que somos adultos y de esas postura no se va a mover... ni yo tampoco)
- De mi profesión me preocupan muchas cosas pero una sobre todas las demás: o cooperamos, trabajamos en equipos docentes o el reto que tenemos será inabordable, con lo que no solo no avanzaremos sino que no estaremos ofreciendo al alumnado las bases que necesitan YA para desenvolverse en la "sociedad de la incertidumbre".
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